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10 de noviembre de 2012

… a lavar al río


Mientras contemplaba con emoción el transcurrir del acto, llegaron a mi memoria recuerdos que en mi niñez sucedieron ... Recuerdos de hechos reales, al menos eso quiero pensar yo, aunque tal vez solo sean obra de mi fantasía influenciada por el ambiente reinante … y mi propia emoción.
            Hace más de sesenta años, que yo recuerde, Enguera sufría el problema de la falta de agua potable para abastecer a las casas del pueblo. Y no es porque en el término municipal de Enguera no la hubiese, como quedó patente años después, sino porque no se disponía de ese esencial servicio. Cuando la demanda de los nuevos tiempos, y la presión de los vecinos, sacó a la Administración Municipal de su insensibilidad social hacia ese problema, en distintas etapas, fue dotado el pueblo de una red de abastecimiento de agua potable, tan necesario para la higiene, y para mejorar la calidad de vida de los vecinos, y que cubría las mínimas necesidades del vecindario. Digo mínimas necesidades, porque en muchísimas casas solo se llegó a instalar un grifo para toma de agua. Pero aquello ya era mucho.
            Entonces, también se carecía en Enguera de una red de alcantarillado para la evacuación de las aguas residuales de los hogares. Esta agua iba a parar a las cuadras junto a los retretes, cuando no, se vaciaban en las cunetas que recorrían las calles, sin aceras, a un lado y otro de las mismas, pegadas a la fachada de las casas. Estas cunetas servían también para recoger, y evacuar, el agua de la lluvia rumbo a las andronas, o arbellones, estratégicamente colocadas en las esquinas de ciertas calles del pueblo, para terminar en los barrancos próximos.
            Con la luz eléctrica, ocurrió algo semejante. Cuando al fin colocaron el alumbrado en los hogares enguerinos, en la mayoría de ellos solo se contaba con una toma de corriente para una única bombilla, la cual disponía de un cable largo que permitía llevar el alumbrado a distintas partes de la casa. “Las ciencias adelantan que es una barbaridad…”.
            Con estas deficiencias y precariedades, trascurría la vida en Enguera por aquellos años. Por ello, el hecho de lavar la ropa, para la amas de casa, suponía un gran sacrificio.
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