De don Miguel Sanchiz ya conocemos, al menos, su trabajo sobre la Industria Piqueras y Marín, trabajo publicado en esta misma colección el 14 de septiembre y undécimo número de orden.
Él se autodefine como “enguerino de izquierdas”, es decir, apasionado por todo lo de su pueblo, autodidacta y amante de su familia, su esposa, sus hijas, yernos y nietos.
De Enguera mantiene imborrables dos recuerdos de su infancia, que los retrotrae en toda su obra; a saber:
– El Colegio Asilo San Rafael y las monjas. Sobre esto, pienso, habrá que hacer una precisión relativa a que, en las fechas que referencia, el colegio lo tenían en la calle Santa Bárbara, tras marcharse las Teresianas, simultáneamente a que también tenían el Asilo donde ahora está la Residencia y, tras la postguerra, fuera en efecto sede del Colegio y del Asilo.
– San Miguel, por encima de todo, a quien cada año, mientras pudo, acompañó y que, en justa correspondencia, le correspondió en su exilio a Tarrassa, bendiciéndole en la educación de sus hijas y el amor de su esposa.
Pero, si traemos hoy el manuscrito de su vida no es por nada de esto. “Recuerdos de una vida” es el canto poético de una persona de izquierda que narra sin acritud la infancia, la guerra, la mili, el hambre, el exilio… todo ello con una literatura suelta, sin rencor, con la vitalidad de una memoria privilegiada casi octogenaria. Un solo ejemplo de lo que pretendemos decir: lean y disfruten cómo describe, a partir de la página 54, las calamidades de la posguerra sin recrearse en las miserias; entendemos que es un canto a la supervivencia en medio de la militarización.
Con todo, la obra íntegra del autor es algo que, pensamos, es conveniente conocer para quienes no hemos conocido o idealizamos, en un sentido u otro, tales fechas de nuestra historia reciente, incluidas la preguerra, la guerra, la posguerra. En este escrito Don Miguel refleja extraordinariamente cómo un autodidacta recuerda sus vivencias de tales realidades españolas en un pueblo perdido de la geografía, primero directamente en Enguera y después desde la perspectiva de quien, familiar y profesionalmente, se siente realizado en Tarrassa.
En una palabra: vean y disfruten cómo vivió, siente y ama Enrique “el Chato” su Engra…
Por nuestra parte les prometemos ir haciendo pública, en la medida que nos sea posible, la totalidad de sus escritos en entregas sucesivas.
Pepe Cerdá