Algo difícil de comprender para quien visita Enguera e, incluso, para sus mismos habitantes es que los terrenos cultivables del término, excluidas las vegas de los caseríos, eran dos masas de tierras de labrantía, a saber:
1.- La Vall, cuyo perímetro venía delimitado por el río Mínguez, que desde su mismo inicio lo conocemos como “La Rambla”, y
2.- La Cañá L´Hinojo, que es la vega que, nacida en el Pocico de dicho nombre, discurre por Almas, Faracuat y Saytón para desembocar en los llanos de Chella y L’Albufereta de Anna.
Vista del Saytón desde el Cau de los Puercos
El resto eran pastos.
Y así fue hasta finales del siglo XIX en que las “guerras” entre Ayuntamiento y el Conde precisaron financiación por ambas partes. Ello precipitó las talas en la Sierra, el descontrol administrativo de las autorizaciones de caleras o carboneras, las imitaciones de tales acciones por parte de algunos propietarios de enclaves, etc. etc.La pérdida de nuestra ganadería de engorde y sus secuelas, principalmente el hundimiento de la industria textil de lana así como de la industria de ribera, propiciaron la aparición del “campiñerismo”. Fenómenos ambos cuya culminación se realiza ya en pleno siglo XX con punto álgido en el frenazo que supuso la aparición del Icona.
Pero no entremos en tales disquisiciones y ciñámonos al tema que recoge el trabajo que hoy iniciamos y deseamos les sea de utilidad.
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