Hasta la irrupción del cemento, la cal era el producto más utilizado en la construcción como aglomerante. De hecho, en nuestro pueblo las caleras y su hermana el tejar siempre existieron, si bien no se desarrollaron de forma continua y uniforme en el tiempo, sino que lo hicieron de forma simultánea pero a saltos, con altibajos en el tiempo, coincidiendo la mayor expansión conocida con el esplendor de los grandes espacios constructivos; así en los tiempos más recientes encontramos un gran desarrollo coincidiendo con los períodos en que se realizan las obras del Vapor, de las fábricas de Santiago Marín o Piqueras, etc.
Durante los siglos XIX y el XX, se empleó en procesos industriales tales como: la preparación de crisoles, como fundente, en labores metalúrgicas y de alfarería; en la elaboración de productos como la sosa, la potasa, el azúcar y el amoníaco; en el curtido de pieles; en la obtención de cal sodada empleada en estudios fisiológicos; como materia prima en la fabricación de vidrio; en el tratamiento de aguas y vertidos industriales; etc.
En la actualidad la cal se sigue utilizando de forma masiva en multitud de procesos industriales y de su importancia, cualidades y usos dan fe muchos dichos populares.
En los recorridos por la Redonda he podido observar que se han utilizado diversos tipos de hornos. El horno más generalizado se construye excavando un pozo de forma cilíndrica en el suelo. Tiene tres o cuatro metros de profundidad por dos o tres metros de diámetro y una capacidad interior de tres a cuatro metros cúbicos. A veces se encuentra revestido su interior por una pared hecha de piedra granítica.La calera pequeña de las 2 que existieron en Albalat
En todo caso y en la parte más baja, el cilindro reduce su diámetro de tal forma que en el interior del pozo a todo su alrededor se forma un poyete, que servirá como base donde apoyar la piedra que se va a cocer.
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